top of page

CADA SER TIENE UN PROPÓSITO


En mis meditaciones diarias me detengo simplemente a observar. Veo a las personas que se encuentran en la calle, cada una inmersa en su propio mundo, caminando, mirando sus teléfonos, conversando, o simplemente avanzando en silencio entre sus pensamientos. Y en esos momentos, algo se enciende en mí. No puedo evitar sentir que cada uno de ellos —sin saberlo seguramente— están cumpliendo un papel esencial en el tejido invisible de la existencia.


No los conozco. No sé sus nombres, ni sus heridas, sus sueños ni sus miedos. Pero los miro y siento que todos —sin excepción— estamos conectados por algo más grande que nosotros mismos.


Creo, profundamente, que existe una Inteligencia Superior, una Energía Universal, sabia y amorosa, que no sólo ha creado todo lo que es, sino que lo coordina con una precisión tan sutil que dentro de su maestría pasa casi siempre desapercibida.

No es una simple fuerza pasiva o latente. Es una especie de Destino disfrazado de suerte o azar. Es algo profundo, una Conciencia que se vive, se experimenta y evoluciona a través de todos nosotros, que sincroniza encuentros, cruza caminos y nos vincula unos con otros en el momento justo, de la forma exacta, para que cada alma aprenda, crezca, recuerde y despierte.


Algunos llaman a esta Inteligencia “Dios”, otros la nombran como el “Todo”, el “Universo”, la “Fuente”, o simplemente “Amor”. Para mí, es algo que se siente mucho más que cualquier etiqueta que se la pueda asignar. Está ahí, como una voz entre dos pensamientos, en el drama que sucede sin urgencia aparente, en esa sensación de que algo —o alguien— nos guía, protege y supervisa sin imponerse.


A lo largo de mi vida, por mi labor como psíquico y profesor, he llegado a la conclusión de que ningún ser humano está aquí por casualidad. No importa si su vida parece común, silenciosa o incluso aparentemente inútil a los ojos del mundo frenético y alocado al que llaman sociedad moderna. Cada alma tiene su función, su vibración única, su rol para este plano. Hay quienes vienen a sanar, otros a enseñar, otros a observar, otros simplemente a sostener una obra de teatro determinada. A veces, incluso la sonrisa de un desconocido puede evitar que alguien se derrumbe. Un encuentro aparentemente trivial puede ser el inicio de una transformación profunda y significativa.


La mayoría de las personas no recuerdan su propósito (la mayoría ni tan siquiera saben que lo tienen) , y eso está bien. Vivimos en un mundo que nos distrae con rapidez, con deberes, exigencias y obligaciones impuestas. Pero en el fondo, cada alma sabe que vino por algo. Y la Vida, en su infinita sabiduría, se encarga de colocar frente a nosotros las circunstancias que necesitamos para volver a ese centro olvidado.


Cuando observo desde fuera la vida ajena, me gusta imaginar que somos como notas en una sinfonía universal. Cada paso, cada gesto, cada decisión, es parte de una partitura más grande, que sólo la Inteligencia Superior conoce en su totalidad. Nosotros tocamos nuestra parte, a veces sin entender la melodía completa, pero aun así... formamos parte de ella.

Y en esa sinfonía hay disonancias, pausas, silencios, momentos oscuros también. Pero incluso todos esos elementos que nos desagradan también tienen su propósito. La armonía no existe sin sus contrastes. El aprendizaje no se da sin pruebas ni desafíos. El despertar no ocurre sin antes haber vivido bajo la ignorancia y el olvido de una existencia dormida.


Por eso, no me gusta juzgar ni condenar a nadie. No sabemos qué batallas interiores libra cada persona. No sabemos cuál es su contrato de vida, ni el papel que vino a interpretar en este teatro cósmico. Pero sí podemos elegir mirar con más compasión, con más respeto, y sobre todo, con más asombro y fascinación por el misterio que nos mantiene unidos a todos.

Porque cuando comprendemos que todo tiene sentido —aunque no lo entendamos de inmediato— algo dentro de nosotros se relaja. La lucha cesa. La ansiedad se calma. Y empieza a emerger una confianza suave, silenciosa, pero poderosa: la certeza de que no estamos solos, de que hay un propósito detrás del caos aparente, y de que algo mayor está guiando este viaje desde lo invisible.


Hoy, más que nunca, elijo confiar en eso. Elijo vivir desde ese estado de entrega y paz. Y quizás, con sólo recordar esto… ya esté cumpliendo mi parte en el despertar de esta gran sinfonía universal.


Prof. Denis Astelar

Desarrollo Humano

 
 
 

1 Comment


iscjose
hace 3 días

Simple y sencillamente HERMOSO, gracias por tan bella reflexion.

Like

Este es el sitio web oficial sobre Denis Astelar, fuente de información sobre su agenda, programas, cursos online y consultas privadas.

Todos los derechos reservados.   Academia Hermes © 2015

Términos y condiciones - Aviso legal y cookies.

bottom of page